viernes, 3 de enero de 2014

Léeme o mátame de tristeza

Los mensajes ya no llegan en una botella, pero surten el mismo efecto. “Léeme o mátame de tristeza”, así rezaba el asunto del correo electrónico que me esperaba en mi buzón. Abrí el mensaje y un fuerte olor a salitre, a ron, a aventuras, a misterio y a morriña y soledad lo invadió todo. Era el mensaje de un pirata, desde los mares de África. Un mensaje para mí, una invitación que tendía puentes entre una mirada atlántica y un natural pacífico…
Cómo resistirme a un pirata que sueña con el Sefiní, que recita a Gelman y aGirondo, que busca a la que vuela, que se desnuda muerto de amor ante Benedetti y le pide un último poema como epitafio. Un pirata que tiene millones de cosas que contarme, que ha vivido mil aventuras y ha amado a más de mil mujeres. Porque en la mar el horizonte es infinito
Y recordé aquel capítulo del Lápiz del Carpintero en el que el doctor Da Barca, ya preso y tras vencer a la muerte por segunda vez, despierta de un largo sueño e invita a comer a Gengis. Le ofrece un cóctel de marisco de primero, un redondo de ternera con puré de manzana de segundo y de postre…

Llegó la hora de la cena

Llegó la hora de la cena. Nos despedimos de La Mamma, el chófer y Elizabeth y partimos hacia el Imprevist. Llegaron Ferran (con su culo ya en perfectas condiciones) y Grager. Como memoria nos falló, sólo éramos nueve y no nos quisieron servir el menú de grupo que había pactado. Nos complicaron la vida con la libertad que otorga una carta completa…  (que no estamos acostumbrados a elegir, ya se sabe…). Mi sucio socio Burdon siempre siempre tiene que pedir lo mismo que yo, y tuve que compartir con él la ensalada, dejar mi asiento de platea para acomodarme en el segundo anfiteatro de mi perdición.

Sí, así empezó a joderse mi noche, por una ensalada de rúcula que ni siquiera le gustó. Volvía a estar yo en un extremo, frente al ruido de las otras mesas y la música (que imagino debía sonar). Las voces de los compañeros de mesa empezaron a desdibujarse en el aire. No es fácil leer los labios a los desconidos y mi cabeza se iba aislando entre mi congestión y mi hipoacústica.

Y así pasé de ser Madame Lupara a ser Madame "Què ha dit ara?" Todo esto, más o menos, en el mismo momento en Ferran decidió devolverme mi interés por su culo (Interés sincero, sin malacia de ningún tipo y que ya habíamos expresado todos en el Glaciar tras comentar los detalles de los que faltaban a la cita. Su post sobre su incidente en la nieve nos había divertido mucho. Es cierto, yo me reí de sus males, pero…… ¡no fuí la única, Ferran!) Mi toma de posesión se truncaba definitivamente. 

Intenté conseguir la ayuda de Grager (situado en el enclave estratégico de la otra punta de la mesa), brindándole la receta de las empanadillas chilenas que le debía, no sirvió. Alhua tampoco me editaba los subtítulos, demasiado preocupada en "sentarse a pensar como una foto en la pared y no respirar, pa no hacer ruido". Comenzó el festival del humor: que si aquel alemán que se llamaba Oto Rino, que si trompetilla, que si ¿qué, qué?, ¿eh?, ¿eh? Kizz, felicitándome -entre carcajada y carcajada- por lo bien que me lo estaba tomando. Burdon, abandonándome a mi suerte… ¿Dónde estaba La Mamma?

Aguanté el tirón y salimos del restaurante. La moral por los suelos, el parche tirado en una esquina, el bate incrustado en mi amor propio. Pensé que el cambio de decorado ayudaría a distraer la atención, pero no fué así. Ni siquiera me pagaron una copa…

La venganza es un post que se escribe en frío

Lady Ouija
Lo montas todo, te encargas de todo, te preocupas por todos. Te hacen la pelota durante toda la semana, te prometen un premio (o dos), una copa (o las que hagan falta) y luego, la verdad se revela ante tus narices disfrazada dehumor se escribe con hache. He tirado sus teléfonos, he borrado sus direcciones de correo y haré otro tanto con sus enlaces. Incluso he pensado cerrar el blog, atármelo al cuello y tirarme al mar.

Pero después de la siesta y los lametones con los que me han despertado mis cuadrúpedos, he rebuscado en mi bolso y al encontrar lo único bueno que me queda de ayer, lo he puesto en el equipo, he encendido un cigarro y he comenzado a escribir mi venganza. En frío, como debe ser.

Puntualmente me presenté en el Glaciar, con el parche en el ojo y el bate desplegable en el bolso. Kizz me recibió en la barra con un beso y una caña, nos agenciamos una mesa y rápidamente 
llegaron Burdon y Elizabeth, al poco Alhua, Javi y Montse, Oculto y la sorpresa de la tarde: La Mamma y su chófer. Ampliamos la mesa original y nos tomamos otra ronda. Pagué la segunda ronda en un acto de generosidad que dejó atónito al personal (y es que siempre se me olvida que soy catalana, leche). Me sentía feliz en mi papel de Madame Lupara , dispuesta a pasarlo bien, aunque ya me iba dando cuenta de que la mesa era demasiado grande, la música estaba demasiado alta y apenas oía lo que se decía en el otro extremo…